Al acercarse cada período eleccionario presidencial, parlamentario o municipal nos sumergimos en la decisión personal de decidir sobre que persona proyectada en dirigente logra satisfacer nuestro modelo de futuro gobernante. Esta elección es influenciada por el entorno que no sólo nos rodea, sino también nos deposita alertas, corrientes y otras formas de pensar que alteran nuestra decisión inicial. El sujeto que decidirá, armará su elección en relación al desempeño del candidato en el pasado; las políticas que aplicará en el futuro, ¿pero tendrá en cuenta el elector si este candidato incluye a todo el conjunto de la sociedad en sus planes y plataformas?
Nos introducimos en el debate si como sujetos protagonistas que intervenimos en el proceso eleccionario, tenemos en cuenta al resto de nuestros pares, o sólo pensamos en nuestro círculo íntimo. El ser humano desde su naturaleza, cuando es penetrado por la cultura y el conjunto de sus rasgos es invadido por los patrones generales de convivencia en grupo. No somos seres preparados para vivir en el aislamiento, es nuestro ambiente que nos incentiva y motiva para nuestro desarrollo, a través del desarrollo de nuestras estructuras mentales debemos diferenciar lo nocivo a lo beneficioso para la construcción de un espíritu personal beneficioso para el resto de la sociedad.
Desde el comienzo de nuestras vidas comenzamos a tomar decisiones, comer, dormir, luego cuando vamos creciendo y avanzando las decisiones y su resolución se complejiza. Nuestros padres o tutores de crianza, cuando crecemos intervienen de otra manera en nuestras decisiones, sin embargo, moldearon nuestro sistema de toma de decisiones .con sus opiniones, formas de pensar y de vivenciar la vida.
Decisiones emocionales, racionales, decisiones que parten del enojo y del rencor y otras que no muestran nada de lo sentimientos más profundos. Decidiendo gobernamos nuestras vidas y comprometemos nuestro futuro y el conjunto de acciones que se desarrollan en nuestro ambiente.
